Entrevista a Hach Ahmed, realizada por F. C. / Ignacio Ortiz y publicada en el periodico de La Provincia
En estos meses han ocurrido muchos episodios reseñables en el marco del conflicto, ¿Qué valoración hace de la declaración de guerra por parte del Polisario y cuál es la posición del Movimiento Saharauis por la Paz?
Desde el principio consideramos que ha sido un gran desacierto. Fue una decisión impulsiva basada, además, en una excusa torpe y mal calculada. La crisis en torno a El Guerguerat ha hecho al Polisario perder posiciones estratégicas a cambio de nada.
¿Estamos ante una guerra virtual donde importa más la visibilización en redes sociales que los hechos constatados?
Ha tenido más ruido en las redes sociales que efectos sobre el terreno. Si, además, el propósito era alarmar y atraer la atención de la Comunidad Internacional, ni el
Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ni la Unión Africana (UA) han mostrado interés. El hecho de que la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO) siga presente en sus posiciones es otra prueba de que la guerra no es tal. En estos tiempos es imposible que se produzcan combates o in-
cluso simples escaramuzas sin imágenes que los corroboren. De todos modos, pienso que se está cerca de su punto final.
El otro foco informativo reciente ha sido el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara por parte de Estados Unidos. ¿Qué opinión le merece este hecho?
Ciertamente no es un hecho insignificante. Hay quienes auguran que la administración Biden podría dar marcha atrás. No creo que el asunto haya tenido tal magnitud en la opinión pública americana o haya generado una fuerte polémica como para forzar un retroceso por parte de la nueva administración. Por lo demás, está en la línea defendida por Washington desde 2007 cuando Marruecos presentó al Consejo de Seguridad su propuesta autonómica. Desde luego, la apuesta de la primera potencia mundial por la propuesta marroquí como punto de partida para la solución del problema del Sáhara Occidental no es un asunto baladí. Todo lo contrario, creo que marcará la evolución de los acontecimientos de ahora en adelante.
La apertura de nuevos consulados en el Sáhara es otro hecho reseñable, Estados Unidos puede ser el próximo. ¿Se sigue perdiendo el tiempo en aras de una solución pacífica y negociada?
El tiempo lo llevamos perdiendo de hace mucho. Estos treinta años desde el comienzo del alto el fuego ha sido tiempo perdido. Es hora de darnos cuenta de que el factor tiempo no juega a nuestro favor. En lugar de seguir arrastrándonos detrás de soflamas y proyectos imposibles toca leer el contexto histórico con un mínimo de sentido común y centrarnos en las oportunidades que puedan estar al alcance. En relación a la apertura de consulados en el Sáhara Occidental, personalmente no los veo como un obstáculo, más bien contribuyen a que se abra el territorio a diplomáticos y observadores de todo el mundo y en caso de alcanzarse una solución de compromiso, su presencia supondrá más garantías internacionales. Me gustaría que El Aaiún llegase a ser como Erbil, donde hay más misiones diplomáticas que en Bagdad.
¿Aspiran a tener un papel más preponderante con el paso del tiempo en dicha solución? ¿Están dando algún paso desde el Movimiento Saharauis por la Paz en ese sentido?
Desde luego, como fuerza política independiente y nueva en el escenario saharaui hemos sentado un precedente. La aparición del Movimiento Saharauis por la Paz introdujo en la sociedad saharaui la cultura del multipartidismo que tanto incomoda al Polisario. Es un proyecto que ha surgido de las entrañas del viejo movimiento como respuesta a su déficit democrático y sus incalculables errores. Políticamente representamos una tendencia más pragmática, que valora oportunidades tangibles, que prefiere “pájaro en mano más que cien volando”. Ideológicamente aspiramos a ser exponentes de un nacionalismo moderado, incluyente y tolerante, capaz de aglutinar e impulsar a una gran mayoría del pueblo saharaui que, hoy por hoy, propugna la preminencia de la solución realista frente al proyecto utópico y fallido del Polisario. Además, pienso que no podemos seguir pendientes de la agenda y los ritmos de la ONU, organización que apenas nos dedica una reunión anual y ahora es incapaz, incluso, de designar a un enviado especial para juntar a las partes. Habrá que salir de este círculo vicioso y optar por vías o mediaciones alternativas más prácticas y menos lentas y engorrosas. Corresponde a la parte marroquí mover ficha y no dormirse en los laureles. Es obvio que los posicionamientos de Estados Unidos, la apertura de nuevos consulados en el territorio, el desinterés de la ONU y de la UA son factores nuevos, pero no son inamovibles, ni suplen, desde el punto de vista de la legalidad y legitimidad internacional, la necesidad de un arreglo de mutuo acuerdo, justo y perdurable, que satisfaga la voluntad mayoritaria de los saharauis y determine el estatus definitivo del territorio.
El expresidente Zapatero apadrinó su movimiento durante su congreso fundacional. Incluso el nacionalismo vasco, a través de Aitor Esteban, ha suavizado su postura. ¿Estamos ante un cambio de paradigma en la visión del conflicto en España, siempre cercana políticamente a las tesis del Polisario?
No creo que a la posición española en relación al problema del Sáhara Occidental se le puede aplicar el concepto de paradigma, al menos en términos de consenso político. Otra cosa muy distinta es el enfoque humanitario y el compromiso de la sociedad civil con los refugiados saharauis. Los dos principales partidos políticos que se alternan en el poder, PSOE y PP, tienen una postura similar. Ambos consideran que la responsabilidad española ha cesado en 1975, y que las relaciones con Marruecos están definidas por intereses y razones de Estado inalterables.
Por otro lado, las relaciones y contactos con el Polisario siempre han sido de bajo perfil. En cuanto al expresidente Zapatero no es la primera vez que se muestra partidario del diálogo y de la solución de compromiso para el contencioso del Sáhara Occidental. Recuerdo que durante su mandato como presidente del Gobierno de España realizó gestiones con las partes involucradas para abrir una vía de negociación, iniciativa que, según tengo entendido, contó inicialmente con el beneplácito del entonces presidente de Argelia, Buteflika, quien luego se retractó. La experiencia, prestigio y demás credenciales de Zapatero como estadista y mediador hacen que sus sugerencias y opiniones sean de gran valor para cualquier observador o analista que se precie. Obviamente su compromiso con el enfoque y la estrategia de nuestro movimiento supone un gran estímulo moral y político. Tampoco me sorprende la nueva postura del PNV y las recomendaciones públicas de su portavoz en el Congreso, aconsejando al Polisario dar muestras de flexibilidad y de realismo. Es un ejercicio de coherencia por parte de Aitor Esteban. Se ha limitado a opinar desde el sentido común y la sensatez que caracteriza al nacionalismo del PNV. Es un gran referente para nuestro movimiento.
Estamos en 2021, año de elecciones en Marruecos donde se elegirán representantes locales y regionales en el Sáhara ¿No existe una cierta envidia sana de que puedan votar algunos saharauis, mientras a otros se les niega dentro del sempiterno sistema de partido único que rige en Tinduf?
Personalmente, lo que más envidia me da es ver como otras sociedades crecen, se desarrollan y progresan en situaciones de normalidad, mientras nuestra gente, nuestro pueblo, sufre desde hace medio siglo en la incertidumbre de un exilio interminable, sobreviviendo en condiciones extremas, en medio de un túnel sin salida.
Se acaban de cumplir 45 años de la salida de España del territorio. En Canarias particularmente, pese a los apoyos políticos que aquí mantiene el Polisario, se sigue recordando los ataques a los pesqueros canarios y las víctimas que dejó. ¿Cuál es la solución para cerrar esas heridas que siguen abiertas?
Entiendo perfectamente el dolor y malestar que han generado esos desafortunados ataques entre la sociedad y las familias canarias. No veo ninguna diferencia entre esas heridas y las sufridas por cientos de inocentes saharauis que perecieron víctimas de la represión en las cárceles del Polisario. Son heridas difíciles de cicatrizar y de olvidar. Como mínimo entonar un mea culpa y pedir disculpas. Puede ser un primer gesto.
Sobre posibles violaciones de derechos humanos, en España se habla mucho de esta cuestión dentro del Sáhara, pero suele pasar desapercibido lo que sucede en los campamentos de Tinduf. ¿Sigue siendo esta una cuestión pendiente o silenciada por los distintos actores implicados?
Como indiqué anteriormente, el Polisario tiene aún cuentas pendientes, no sólo con la democracia, sino también con los derechos humanos. En España, sus grupos de apoyo hacen la vista gorda al respecto. Es una conducta propia de los grupos y personas de la izquierda radical que pululan y controlan el movimiento solidario español. Es típico de la gente ‘progre’. Cuando se prestan a colaborar con organizaciones y países catalogados de revolucionarios o antiimperialistas, suelen desconocer e incluso encubrir fechorías y atropellos por parte de sus “amigos revolucionarios”. Recuerdo incluso que una asociación de derechos humanos, con una larga trayectoria en el ámbito de la cooperación con el Polisario, no quiso involucrarse en favor de la protección de los activistas y blogueros secuestrados por el Polisario en el verano del año 2019. Para no caer en posiciones sesgadas o exentas de imparcialidad, he de decir que la otra parte, el Gobierno de Marruecos, tiene también aun cuentas pendientes con los derechos humanos. Últimamente circularon por las redes y algunos canales de televisión imágenes lamentables. Me parece reprobable que las autoridades en Bojador hayan desplegado un enorme dispositivo policial para bloquear el hogar de una anciana de avanzada edad solo por el hecho de que una de sus hijas sea independentista, terrorista o simplemente traviesa. Son modos que solo generan crispación, reconfortan las ideas y visiones radicales, y colocan en una posición incómoda a quienes defienden la vía pacífica y la salida honorable. Otro caso que nos preocupa es el de los presos de Gdeim Izik. Para ellos rogamos encarecidamente una amnistía. Sería un gesto humanitario de gran magnanimidad, que ayudará a que los planetas se alineen en favor de la solución de compromiso y de la paz duradera.
Al hilo de la cuestión sobre derechos humanos su cara más conocida, Aminatu Haidar, se ha convertido en actor político creando la Iniciativa Saharaui Contra la Ocupación Marroquí ¿Hasta qué punto ha tenido que ver la irrupción de su Movimiento Saharauis por la Paz en la creación de ese órgano y qué opinión le merece?
La irrupción del Movimiento Saharauis por la Paz ha revuelto el panorama político saharaui. Es lo que llevó al Polisario a perder los nervios y cometer el disparate de El Guerguerat y la posterior ruptura del alto el fuego. También precipitó la división del Colectivo de Defensores de los Derechos Humanos Saharauis (CODESA) y la creación de una entidad política “sin ton ni son” que me parece de difícil encaje en un sistema de partido único como el del Polisario. Parece que cundió el pánico al emerger una nueva fuerza política saharaui partidaria de la vía pacífica, y dispuesta a competir con el viejo movimiento disputándole, en democracia, la representatividad.
Por otra parte, recientemente denunciaron la injerencia de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (CEAS) en el debate interno saharaui debido a sus críticas al Movimiento Saharauis por la Paz. ¿Tienen previsto alguna estrategia de comunicación ante la sociedad civil española principalmente, y ante la canaria particularmente, que apoye el enfoque del Movimiento Saharauis por la Paz?
Efectivamente, la injerencia en el debate interno saharaui por parte de gente del otro lado de la barrera y que apenas tiene una idea vaga y superficial de la problemática nos parece un despropósito. Son algunos activistas que confunden solidaridad con el concepto de caridad y protección de “comunidades primitivas”, semejante a la función de “protectores de indios” de la época colonial en América. Son individuos que han hecho carrera a través del Polisario y los proyectos y ayudas humanitarias a los refugiados saharauis. Sus actividades se heredan, al estilo nipón, de padres a hijos como una profesión o un hobby. El Polisario los usa y ellos, por razones inconfesables, se prestan a denigrar a sus adversarios políticos. Se erigen como paladines de la democracia y las libertades, pero son incapaces de colocarse en la piel de sus “protegidos” cuando estos reclaman para sí mismos esos valores. Deberían mostrar un poco de respeto hacia las inquietudes, sentimientos y desventuras de la gente. El Movimiento Saharauis por la Paz no tiene inconvenientes para entablar un diálogo con estas personas. Espero que tengan talante democrático para ello. Cuando se despeje la pandemia tenemos que llevar el mensaje y explicar la visión del Movimiento Saharauis por la Paz a la sociedad española y a la canaria, en particular.
Por último, con las restricciones de movimientos aumentando en los campamentos, la pandemia azotando y las tensiones bélicas a flor de piel ¿Qué palabras tiene para los saharauis que aguantan estoicamente en Tinduf el duro día a día?
Somos conscientes de lo dura que es la vida en la Hamada argelina. Allí enterramos a nuestros padres, hermanos y amigos. Ojalá no haya más muertes en esta guerra absurda. Nuestro mensaje es de tranquilidad y de confianza en el futuro. “Y el futuro –como dijo Antoine de Saint Exupéry– no se trata de preverlo, sino de hacerlo posible”. El Movimiento Saharauis por la Paz trabaja en ello.