No es propio de un intelectual que se precie lanzar descalificaciones gratuitas y despotricar de gente sin conocerla, por el simple hecho de no compartir sus puntos de vista.
A menudo nos topamos en medios digitales o redes sociales con críticas y opiniones sobre la cuestión del Sáhara Occidental por parte de individuos que, a pesar de ser desconocidos, se arrogan la autoridad moral y licencia para etiquetar a las personas como héroes o villanos, decentes o traidores en función de sus opiniones en relación al viejo contencioso de la excolonia española.
Se trata de un grupo de opinadores muy variopinto: desde solidarios y simpatizantes de todas las causas de la humanidad hasta excomunistas que aún viven anclados en tiempos pretéritos, pasando por republicanos que parecen no haberse enterado del último discurso de Manuel Azaña antes de cruzar la frontera francesa. En este extraño y variopinto club también figuran antiguos militares y nostálgicos del franquismo que todavía no han asimilado la retirada vergonzosa del Sáhara Occidental y, movidos por su aversión al vecino del sur, aún sueñan con una revancha tardía por el desastre de Annual. Todos ven en «los últimos saharauis» una oportunidad para reivindicarse ante la historia, instigándolos con mensajes engañosos y ficticios a continuar en pie de guerra, a resistir numantinamente, aunque perezcan en el intento.
Dentro de este colectivo, de vez en cuando también hacen acto de presencia expertos en derecho internacional y profesores universitarios que se valen de la ingenuidad de los saharauis, inculcándoles la idea de seguir confiando en el sistema de Naciones Unidas y la creencia del triunfo inexorable y absoluto de la razón y la legalidad internacional. Así, les incitan a no perder la ilusión de una nueva ‘Dien Bien Phu’, en un ejercicio intelectual a todas luces irreal y perverso.
Por poner un ejemplo, recientemente leí un ensayo de un profesor llamado Riquelme que, por sus múltiples títulos, se presenta como experto en la cuestión del Sáhara. A este analista no se le ocurrió otro argumento para explicar el declive progresivo del Polisario que el de la “teoría de la conspiración”. Esto es, una especie de plan urdido en secreto y promovido por José Luis Rodríguez Zapatero, Pedro Sánchez, Bono, Moratinos y todos aquellos que, como yo y decenas de miles de saharauis, decidimos apostar por el silencio de las armas, por la solución pacífica y por un futuro mejor para el pueblo saharaui.
Mas que reflexiones o análisis propios, el Sr. Riquelme se ha limitado a calcar la propaganda del Polisario, tildando de traidores a todos aquellos que no comparten la ideología o los métodos totalitarios de una organización política de corte estaliniana que ha quedado congelada en el tiempo. Utiliza expresiones como libertad y democracia, omitiendo que esos mismos valores son el talón de Aquiles del viejo movimiento con el que simpatiza. ¿No sería más prudente, por razones de objetividad y rigor académico, dar una oportunidad a aquellos a los que retrata como conspiradores y concederles la presunción de inocencia hasta escuchar sus argumentos? No es propio de un intelectual que se precie lanzar descalificaciones gratuitas y despotricar de gente sin conocerla, por el simple hecho de no compartir sus puntos de vista.
Otro caso igualmente sorprendente es el de la señora Inés Miranda, consejera del Cabildo de Gran Canaria, quien dice acumular un extenso historial como jurista y defensora de los derechos humanos, y se autodefine como una “experta de larga trayectoria” en la cuestión saharaui. Sin embargo, no tuvo reparos en descalificar al Movimiento Saharauis por la Paz (MSP), lanzando acusaciones e improperios sin contar con pruebas concretas más allá del relato del Polisario y las confidencias y susurros de su amigo Carmelo Ramírez, el míster Polisario en Canarias.
Resulta irónico que esta renombrada activista pro derechos humanos nunca haya mostrado preocupación alguna por el paradero de cientos de saharauis inocentes que fueron torturados o asesinados, a manos de los dirigentes del Polisario, en la cárcel secreta de Rashid. Paradójicamente, algunos de los supervivientes de ese terrible lugar forman parte de la dirección del Movimiento al que ella misma ha acusado de ser una pantalla de los servicios secretos marroquíes, la misma acusación y sospecha por la que ya han sufrido injustamente en la “Sednaya” del Polisario.
Tales conductas y contradicciones son ejemplos que reflejan el doble rasero, la falta de imparcialidad y la percepción sesgada e indecente que suele caracterizar a los activistas y opinadores afines al Polisario en España, tan cercanos siempre a la extrema izquierda y a los nacionalismos radicales.
De ningún modo pretendo insinuar y menos asumir que el Sr. Riquelme o la Sra. Miranda desconozcan la realidad saharaui y su complejidad cincuenta años después de la retirada de España de su excolonia. Pero si dudo que con tan brillantes credenciales y curriculums, ambos “expertos” puedan ignorar a estas alturas que en las relaciones internacionales y la resolución de conflictos no siempre el derecho y la razón son los que determinan el curso de los acontecimientos, frente a la preeminencia del pragmatismo, el sentido común y la sensatez.
Esta invitación al diálogo y al debate democrático la extendemos también a los colectivos solidarios y amigos del pueblo saharaui en España, incluido Míster Ramírez, a quienes siempre estaremos agradecidos por su apoyo a los refugiados y niños saharauis. Sin embargo, no nos cansaremos de repetir que la solución definitiva del problema saharaui no radica en la permanencia por tiempo indefinido de los campos de Tinduf, dependientes de ayuda humanitaria, acción solidaria o caritativa de nadie, sino en una solución pacífica y digna, sin vencidos ni vencedores, con garantías internacionales. Este es el fondo de la cuestión y no la narrativa clásica, según la cual la pelea es entre “héroes y villanos”.
Para concluir, recalco que será la historia la que juzgará a cada uno en su justa medida. En nuestro caso, solo se nos puede reprochar que, quizá un poco tarde, abrimos los ojos e hicimos nuestras las sabias palabras del filósofo y emperador Marco Aurelio: «No podemos cambiar el viento, pero si podemos ajustar las velas».
Hach Ahmed Bericalla
Primer Secretario del MSP.
https://www.elplural.com/opinion/no-puede-cambiar-viento-si-ajustar-velas_343068102