La reciente declaración del presidente del Gobierno de Canarias Fernando Clavijo, asumiendo como máximo representante político de las Islas la postura del gobierno central al respecto del Sáhara, o lo que es lo mismo, reconociendo oficialmente la propuesta de autonomía de Marruecos sobre el territorio, marca un hito inédito en política exterior. Si bien es cierto que los presidentes autonómicos en España no tienen competencias en esa materia, la actuación del presidente canario en este caso responde a varios factores que le permiten cierto margen de maniobra. Especialmente dada la cercanía geográfica, social e histórica de Canarias con el territorio.
Así, no se trata de una política exterior propia, sino que está alineándose explícitamente con la postura del Gobierno de España. Esto le da cierta legitimidad dentro de sus competencias. Igualmente, Clavijo está haciendo un ejercicio de paradiplomacia en defensa de los intereses específicos de Canarias, especialmente en materia migratoria. Su posicionamiento busca mejorar la cooperación con Marruecos en un tema que afecta directamente a las Islas. La ausencia de un consenso efectivo con PSOE y PP sobre cómo abordar la actual crisis migratoria que afecta a Canarias puede haber llevado al gobernante canario a buscar apoyos directamente con Marruecos, incluso si esto implica hacer concesiones en otros ámbitos.
Este enfoque pragmático prioriza resultados concretos sobre las posturas tradicionales de su partido, Coalición Canaria, sin duda caducas en lo relativo a esta cuestión. Un cambio de postura que, aunque sorprendente para algunos, representa un giro necesario y fructífero para las islas y la región en su conjunto. Históricamente, Coalición Canaria y el propio Clavijo han mantenido una postura de apoyo a la autodeterminación cercana a los postulados del Polisario. Sin embargo, el panorama geopolítico actual exige una revaluación de las posturas tradicionales. La decisión del dirigente autonómico de alinearse con la posición del gobierno español responde a la necesidad de adaptarse a un nuevo contexto diplomático y estratégico en el norte de África.
Este cambio no debe interpretarse como una traición a los ideales, sino como un acto de responsabilidad política y una comprensión madura de la complejidad de la situación. Clavijo ha demostrado una visión de Estado al priorizar el equilibrio regional y los intereses a largo plazo de Canarias sobre posturas ideológicas rígidas de difícil cabida en el mundo de hoy, basadas en resoluciones trasnochadas y romanticismos revolucionarios hacia una causa cuyo origen y desarrollo siempre fue artificial y ha estado basada en fuertes intereses de terceros, como es el caso de Argelia.
Por otra parte, este nuevo enfoque podría resultar beneficioso para las Islas. Una mejora de las relaciones bilaterales a partir de una relación más estrecha con Marruecos podría facilitar acuerdos comerciales y de cooperación provechosos para la economía canaria. En ese sentido, se podrían abrir nuevas vías de inversión y colaboración empresarial entre Canarias y Marruecos. Además, un Sáhara bajo administración marroquí con este diferendo ya finiquitado podría convertirse en un importante socio económico para Canarias, creando oportunidades de crecimiento mutuo.
Asimismo, la colaboración con Marruecos es crucial para abordar los desafíos migratorios que afectan a las Islas. Una mayor estabilidad en el norte de África contribuiría directamente a la mejora la situación, actualmente fuera de control, con las Islas totalmente desbordadas y en situación de desamparo. La postura de Clavijo también podría influir en la política nacional española, reforzando la posición del gobierno central en su apoyo al plan de autonomía marroquí, después de varias mociones en el Congreso presentadas en contra y votadas conjuntamente por partidos tan contrapuestos ideológicamente como el PP y Bildu, paradójicamente de la mano en esta cuestión.
Es importante recordar y reconocer que la propuesta de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental representa una solución realista y viable para un conflicto de larga data. El plan marroquí ofrece un marco de autogobierno que respeta la identidad cultural saharaui mientras mantiene la integridad territorial de Marruecos, los cuales vienen realizando importantes inversiones en el desarrollo de la región, mejorando significativamente las condiciones de vida de la población local. A diferencia de la crisis humanitaria que se vive en Tinduf bajo el desgobierno y la corrupción del Polisario, dependientes únicamente de la ayuda internacional. Una crisis que algunos se empeñan en perpetuar apoyando (re)soluciones a sabiendas de que son de imposible ejecución, como es el caso de Nueva Canarias. Afortunadamente cada vez son menos, como se ha visto con esta nueva postura de parte del nacionalismo canario.
Mientras Nueva Canarias participa y se regocija de victorias jurídicas vacías y contraproducentes para los intereses canarios, como la reciente sentencia del TJUE sobre los acuerdos de pesca UE-Marruecos, son los trabajadores canarios quienes pagarán el precio de su militancia radical e intransigencia ideológica. El pragmatismo mostrado por Fernando Clavijo al respaldar la propuesta de autonomía marroquí en unos días marcados precisamente por la repercusión de dicha sentencia no es casualidad, mostrando de alguna manera un apoyo tácito en el exterior hacia dichos trabajadores y a la Comunidad que representa en general, perjudicada en diversos ámbitos como el pesquero y el migratorio.
El giro político del presidente de Canarias representa un paso valiente hacia una política exterior orientada al futuro. Aunque pueda generar controversia a corto plazo, esta decisión puede tener potenciales beneficios para las partes. La estabilidad y el desarrollo del Sáhara Occidental bajo la propuesta de autonomía marroquí podrían abrir un nuevo capítulo de prosperidad compartida. En un mundo en constante cambio, con varios escenarios bélicos abiertos, la capacidad de adaptar las posturas políticas a las nuevas realidades es una muestra de liderazgo responsable.